La actual secretaria del Trabajo y Previsión social del gobierno de la República comandado por Andrés Manuel López Obrador, apenas tenía un año seis meses de nacida, cuando el secretario del Trabajo Arsenio Farell Cubillas y el secretario de gobernación Fernando Gutiérrez Barrios del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, tenían ordenes de apoderarse del Sindicato petrolero y encarcelar a su líder Joaquín Hernández Galicia "la Quina"en un enero 10, de hace 33 años, debido a las ideas proteccionistas laborales del sindicalista, ya que que visualizaba el desfalco a PEMEX y con ello también pérdida de poder, lo que lo llevó a apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas en su campaña presidencial con el PRD y en contra de Salinas. Cuando la que años más tarde fuera licenciada en derecho pero que en ese entonces gateaba en la casa de sus padres Bertha y Arturo, es que el salinismo terminaba con los sindicatos nacionales y daba vida a líderes charros como Sebastián Guzmán, Roberto Deschamps o el propio Víctor Flores, que en ese entonces todavía era tesorero del STFRM, para comenzar a concentrar un magno poder que le terminara por dar frutos en 1995. Aunque Alcalde vivió en carne propia la persecución foxista para el hoy Presidente del país siendo jefe de Gobierno y los fraudes electorales, aún así, seguramente no puede dimensionar lo inimaginable que podría resultar para las generaciones X y Baby Boom, el hecho de que ella como secretaria del trabajo pudiera pasar al frente a exponer y en una transmisión en vivo, a los candidatos que aspiran ocupar el
mando de la Secretaría General del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la
República Mexicana en un ejercicio inédito de democracia sindical, que rompe
cualquier esquema planteado por la dictadura presidencialista o la dictadura
empresarial, y en donde la funcionaría pública de la melena rizada, está
haciendo historia del trabajo en México
ante un principio de democratización para uno de los sindicatos señalados como los más amafiados
del país, ejecutantes de violencia y con poder para dirigir desde presidencia a
los medios de comunicación y a los
periodistas que no les parecían cómodos o erraban en el mensaje institucionado
de represión a los derechos laborales, como el célebre veto al periodista
Guillermo Ochoa y a todo su equipo por retransmitir una entrevista de la Quina
en sus espacios informativos de Televisa en aquel 1989, en los primeros meses de gobierno de Carlos Salinas de Gortari a quien el presidente López Obrador ha llamado "el jefe de la mafia" que ha saqueado al país y desconfigurado al Estado junto con sus sucesores de la banda presidencial.