En las últimas semanas, el gobernante venezolano Nicolás Maduro ha restringido algunos de los últimos poderes que le quedaban a la Asamblea Nacional, de mayoría opositora. Además, anunció que entregará 500,000 rifles a las milicias civiles progubernamentales, se le ha señalado de rehusarse a convocar elecciones regionales que debían haberse realizado el año pasado, e inhabilitar al líder opositor Henrique Capriles a presentarse a cargos públicos por 15 años.Para empeorar las cosas, el 1 de mayo, en medio de masivas protestas contra el gobierno que también se dice, ya dejaron 29 muertos y más de 500 heridos, Maduro anunció que intentará una convención constituyente de “trabajadores, campesinos e indígenas’ para concluir la redacción de una nueva Constitución. En otras palabras, muchos lo califican de querer imponer una constitución tan censurada como la cubana que supuestamente aboliría todas las instituciones democráticas. Es indudable que la crisis del país sudamericano está enmarcada con el abuso de poder pero también con la intervención estadounidense que en los últimos días se ha quedado callada para que por medio de presiones a los países americanos principalmente de la OEA, sean éstos quienes pidan a Estados Unidos su intervención para reanudar el orden en Venezuela, y volver a vestir a Estados Unidos de el salvador y policía del mundo, cuando son los propios países y en este caso,los propios venezolanos quienes tienen que solucionar sus problemas. Las piedras que tienen en sus zapatos y el tipo de zuelas que usan, solamente lo saben los venezolanos y deben ser únicamente ellos quienes deberán accionar sus soluciones; mientras que el resto de los otros países, deben limitarse a respetar al país querido y hermano.