miércoles, 17 de mayo de 2017

GRITOS EN SILENCIO










Existen dos formas de matar a un periodista en este país. Una puede ser en la compra de su conciencia al convertir su tinta en artículo barato para ser servil al sistema y tirar a la basura sus convicciones informativas para que su existencia, solamente se justifique para el chayote, el deslumbrón y tratar de cumplir sus vulgares ambiciones  de privilegio o fama. La otra forma de matar a un periodista es por medio de la Tortura física y mental, la intimidación, la amenaza y la violencia física hasta llegar al asesinato. México siendo un país con un gobierno antidemocrático por excelencia y con la cultura de la censura gubernamental y en los últimos años, la autocensura empresarial,  ha dado como resultado cifras récord de desaparecidos  y de fosas clandestinas, en donde mueren un promedio de 2,300 personas por asesinato; lo que supera  el grado de homicidios de países en guerra como Siria o los asesinatos masivos como los ocurridos en Israel  donde matan a un promedio de 600 palestinos: Por lo que estallidos sociales como los que ocurren en Venezuela, comparados con los asesinatos en nuestro país, resultan ser marchas pacifistas. El uso de la fuerza policíaca y militar para cometer asesinatos de Estado , no es un caso nuevo en México ni tampoco la represión dictatorial disfrazada de frente partidista, mucho menos la amenaza y ejecución del crimen organizado en asesinatos a comunicadores, ni el espionaje. Sin embargo, lo que aumenta la gravedad del problema  es que a parte de la muerte de periodistas; nuestro país se ha desbaratado hasta reducirse en un Estado fallido, en donde tras una larga lista de comunicadores asesinados; no existe ninguna sentencia al respecto, como finalización  de una correcta investigación y debido proceso en donde  se haya condenado judicialmente al autor material o intelectual de cada uno de los homicidios. Es decir, que los periodistas al igual que la población entera del país, viven en un territorio de alta peligrosidad debido a la inseguridad e impunidad que lo rodean; lo que trae como resultado que el actual Presidente de la República sea un Jefe de Estado  de una entidad que no es Estado, al haberse roto el orden jurídico  a causa del apoderamiento del crimen organizado, la corrupción y la falta de credibilidad   en  nuestras instituciones y el sustento del mal gobierno.  Por consecuencia ante la crisis  económica, moral, educacional y familiar, se  ha enmarcado  una descomposición social  que es campo fértil para la corrupción, la ilegalidad, ausencia de planeación, prevención  y proyecto de gobierno y  aumento de la delincuencia basada en el narcotráfico, el narcogobierno y la narcoempresa; así como la tendencia casi irremediable, de la militarización  del país,  no como protección a la población en general,  sino como protección  a las esferas de poder, principalmente extranjeras y a la conservación en el poder del mal gobierno.  Ante los resultados evidentes de estos últimos años, en donde se han agravado los asesinatos a periodistas, podría esperarse la separación de su cargo por parte del Presidente de la República en un acto de dignidad y honradez, pero de la misma manera, es importante que ocurra el cambio pacífico  de la sociedad como igual responsable de este problema, al igual que los medios de comunicación  que se han convertido  en formas de condicionamiento intelectual masivo, en donde los periodistas en su mayoría, han sido cómplices  en desvirtuar la información  para dejar vulnerables y en peligro de muerte a aquellos otros periodistas  que no comulgan con el sistema.