martes, 29 de mayo de 2018

CUERDAS DE LIBERTAD


























Murió la española  María Dolores Pradera quien fue puente de unión entre Europa y Latinomérica al  ser difusora  de la música popular hispanoamericana  como resultado del arte expositor del sentimiento humano y su afectación política.  Pradera fue de las pocas artistas de canto romántico de protesta que pudieron entrar a los estudios de  la televisión mexicana que ya se encontraba  mediáticamente sometida  para  la exclusión de ideas de pensamientos  liberales y democratizados . Mientras en España se musicalizaba el pensamiento Machadista por medio de Serrat  y en Centroamérica se mecía   la exposición  filosófica política con  Milanés y Silvio Rodríguez, en Argentina con  Nacha Guevara, Mercedes Sosa, León Gieco, Piero De Benedictis, Pedro y Pablo, Gian Franco Pagliaro, Facundo Cabral, Manuel Monestel, Marilina Ross, José Larralde; en Chile Víctor Jara, Violeta Parra, Isabel Parra, Ángel Parra, Inti Illimani, Quilapayún y Sol y Luna; en  Colombia Sergio Torres Molina y Pablus Gallinazus, en Chile Víctor Jara; en Costa Rica Dionisio Cabal ante el rezago continental  de su país  al igual que Dominicana; En México ocurría la amputación creativa de protesta, como ahora misma ocurre, ante el control absoluto de los medios de comunicación cuyo antecedente  es mayor a la de cualquier dictadura, toda vez que  el producto comercial de enajenación   a difundir,   se inyecta mediante una educación  propensa para su consumo.  La  voz de Chabela Vargas,  Oscar Chávez   y otros  se perdían ante la invasión comercial de cantautores argentinos y  españoles que se dirigían al corazón sin compromiso social alguno. Mientras en México se presentaba la matanza estudiantil en el 68, la  imposición  de la presidencia despótica  semejante a la dictadura,  la invasión cultural y de recursos naturales, el neoliberalismo y el fraude electoral; tales hechos desangrados;  no eran suficientes para que quedarán plasmados en el arte como expresión humana y antecedente histórico.  Mientras en México se presentaba una industria disquera  romántica pero demoledora; en sus países vecinos, se buscaba un alivio  musical en medio del miedo por la violencia, el desconsuelo  por la pobreza y  la muerte; con un canto por la esperanza y la libertad, con  el  multisonido  de los instrumentos y las desgarradoras voces  ante la  fuerza  vivencial y poética  y  su denuncia inclaudicable,  que aunque no tenía una soga  asfixiante para el cantar de denuncia como la que imperaba en México, era la música de protesta  -que retomaba   María Dolores Pradera-, una reivindicación persistente de la identidad cultural de cada comunidad latinoamericana   con estrofas  de protesta  que fueron himnos de  diferentes  luchas sociales  en toda América Latina, y que  en  México  su música apenas daba berrinches   con  El Tri - un grupo  de rock callejero que ni siquiera nació como una expresión de la matanza estudiantil aunque se haya formado en 1968- y las voces de la peruana Chabuca Granda y de la misma Dolores Pradera en sus presentaciones en el Teatro de la Ciudad. Mientras  el mundo gritaba con su guitarra, México  disimulaba sus problemas sociales y políticos al ser mayor la población en zona de confort (que la que existe ahora), por lo que se arrullaba  con Leo Dan,  Leonardo Fabio  en una ola argentina, y después con Julio Iglesias, Raphael, Camilo Sesto en una ola española y los beneficios exquisitos pero netamente comerciales de  Armando Manzanero y Juan Gabriel.  El folklore de Chava Flores y posteriormente  las caricias de Guadalupe Pineda  y de Eugenia León, fueron una bebida  artificial e insuficiente para la sed democrática y artística de un México que dormía y ahora se le obliga a dormir, entre la alternancia partidista de dominio y la televisión llevada al internet, en espera de un voto indeciso, manipulado y no respetado ni respetable. Ha sido fundamental  para tal somentimiento, la  televisión como instrumento manipulador  y muralla para la penetración de  la música de denuncia y  con cimiento liberal y político, para así,    fortalecer con esta ceguera,  a  una sociedad apática y  cuya desesperación  está basada en un voto inadecuado y fraudulento.