La semana pasada Enrique Peña Nieto se refirió a las notas y
comentarios de algunos periodistas que dicen que “no hay buen humor, el ánimo
está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social”, pero en el México que él
ve y siente, el mandatario aseguró que hay muchas razones y muchos
argumentos para decir que México está avanzando y que está creciendo en
distintos ámbitos por los que seguramente son los periodistas y críticos quienes quieren sembrar desilusión dentro de su limitada libertad de expresión e innumerables desapariciones.
El Bajo crecimiento económico, la caída libre del peso con el dólar, el desempleo quieren ser tapadas con las declaraciones a las que nos tiene acostumbrados el presidente de la República, en que hace alarde de las reformas estructurales de su gobierno, sin embargo las estadísticas nacionales e internacionales apuntan para otro sentido y sólo confirman que el dicho presidencial es un autoengaño y una falsedad por parte de los miembros de su gabinete y los lambiscones de deslumbrón que quieren o son favorecidos por el sistema y que señalan que los pocos periodistas que se revelan al saqueo económico, son amargados y que únicamente obedecen a opiniones malhumoradas cuando dicen ver a una
población en grave crisis económica y en medio de una profunda descomposición
social.
El crecimiento de muertos, secuestrados y desaparecidos que proyectan a un México violento en el extranjero y enfermo de influenza A H1N1 y otros males que sugieren no saludarnos ni entre mexicanos, la mala política internacional de Vicente Fox de la cual han pasado dos sexenios sin que nuestro país se haya repuesto de tanto desprestigio internacional, la falta de honorabilidad de funcionarios y políticos, el bajo nivel educativo y las políticas sociales, económicas y culturales que han saqueado a nuestro país parecen no ser motivos suficientes para no perder el buen humor social según el cinismo del señor Presidente de la República que confunde el optimismo y picardía del pueblo mexicano con la extrema estupidez. Que alguien le diga al señor Presidente que los niños que aparecen en los semáforos vestidos de payasitos y haciendo malabares no son bromistas sin causa; ni que los jóvenes mexicanos en edad productiva y que están desempleados son una broma para que sonrían los niños que de la mano de sus padres se levantan cada mañana para digerir un programa educativo perverso encaminado al fracaso social y miran reflejado de igual manera su futuro.