Sin los lujos que implicaría en otros sexenios, la primera
reunión del presidente electo de México con los altos funcionarios de los
Estados Unidos y representantes del Presidente
del imperio norteamericano; Andrés Manuel López Obrador recibió a la
comitiva de Donald Trump en su casita blanca de las calles de Monterrey y
Chihuahua. El secretario del Estado estadounidense Mike Pompeo y el presidente
electo de México, Andrés Manuel López Obrador, confiaron en que la relación
bilateral mejore y se refuerce con el próximo gobierno, que comenzará el 1 de
diciembre. El Secretario de Estado de los
Estados Unidos se acompañó por una comitiva integrada por Kirstjen Nielsen, secretaria
del Departamento de Seguridad Nacional; el Secretario del Tesoro, Steven
Mnuchin; así como el asesor y yerno del presidente estadounidense, Jared
Kushner. En la reunión también estuvo
presente Marcelo Ebrard, quien es la propuesta de López Obrador al futuro
Congreso para encabezar la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), así como
Alfonso Romo, Carlos Urzúa, Olga Sánchez Cordero, Alfonso Durazo, Graciela
Márquez y Jesús Seade. Frente a la figura
de un cuadro del expresidente Benito Juárez, que Fox, Calderón y Peña dejaron fuera hasta en los billetes de a veinte
pesos, se trataron temas de comercio y renegociación del TLCAN; la perspectiva
de desarrollo de México para combatir la migración por pobreza e inseguridad; y
otra vez, ante una omisión durante casi 18 años, la inclusión de Centroamérica
en los planes de desarrollo y diálogo en materia de seguridad. Será el uno de
Diciembre cuando el Presidente de los Estados Unidos venga a tierra azteca a
presenciar la protesta de López Obrador como Presidente Constitucional de
México, en donde también se invitará al Presidente de Venezuela Nicolás Maduro.
En la casita blanca de la colonia Roma quizá comenzó una nueva relación
internacional de México, en donde por lo pronto se mostró el músculo al llevar
a los altos ejecutivos incluyendo a la distinguida Kirstjen Nielsen a los
terrenos de la austeridad republicana que tratará de implantar el nuevo
Presidente de México y en donde puede ser el punto de partida para el lavado de
imagen de la política exterior mexicana que acabó con el prestigio de no
intervención y terminó siendo un manual
casi perfecto de cómo ser el cachorro del imperio. La estrategia obradorista
para su gobierno, se enfrentará a una guerra imperialista estadounidense y a
muchas ametralladoras amigas en su contra para llevar su plan de eliminar a la
corrupción y lograr la independencia económica.