El matutino Frankfurter Allgemeine Zeitung publica un
extenso artículo que ahonda en el conflicto mapuche del sur de Chile, como
telón de fondo de los comicios, que analiza así: "Kast, quien alaba
abiertamente la dictadura de Augusto Pinochet, fue considerado durante largo
tiempo como demasiado extremo para tener una oportunidad seria de ganar. Pero,
entretanto, algunos chilenos lo ven como la respuesta de derecha al estallido
social de fines de 2019, que en pocos días conmocionó al supuestamente estable
Chile. Las demandas de los manifestantes de un Estado más social han sido
recogidas en el programa de Boric. Pero sobre todo el sector económico y las
élites del país se sienten inseguras. En los últimos meses se ha producido una
histórica fuga de capitales. La incertidumbre, sin embargo, tiene un motivo
adicional al impredecible desenlace de las elecciones presidenciales. Tras el
estallido social, se eligió una Convención Constitucional, que elabora
actualmente una nueva Constitución para reemplazar a la vigente, del tiempo de
la dictadura. La Convención está dominada por fuerzas de izquierda e
independientes. Las fuerzas conservadoras no consiguieron allí el tercio de
escaños necesario para vetar artículos de la nueva Constitución. Los comicios
presidenciales no tienen influencia directa en el proceso constituyente, pero
la izquierda teme que Kast podría obstaculizarlo y que su eventual elección
podría favorecer el rechazo de la nueva Constitución en un referéndum el
próximo año. No es solo el miedo a la violencia, el narcotráfico y la
inmigración lo que depara votos a Kast. Es también el miedo a que la redistribución
del poder que busca abiertamente la izquierda pudiera ir demasiado lejos. El
periódico Süddeutsche Zeitung, de Múnich, publica una semblanza de Gabriel
Boric y apunta: "Tratándose de Boric, se suele exagerar. Por ejemplo, se
dice que ascendió directamente de líder estudiantil a candidato presidencial. O
que Boric es de extrema izquierda, un comunista, y que, si ganara las
elecciones del domingo, eso significaría el fin del Chile conocido hasta hace
poco: pujante y exitoso, con brillantes torres de oficinas ante las nevadas
cumbres andinas. Pero la verdad es un poco diferente, comenzando por la pujanza
económica. Porque, aunque Chile creció
como casi ningún otro país de la región, el bienestar no benefició a todos.
Mientras una pequeña élite acrecentó su fortuna incluso durante la pandemia,
cada vez más personas están en peligro de caer en la pobreza. El Estado apenas
interviene; hasta el abastecimiento de agua ha sido privatizado. El periódico
Tagesspiegel, de Berlín, hace notar que Boric aboga por un Estado social, la
protección del clima y los derechos de las mujeres. Y plantea: "El hecho
de que, con esas aspiraciones socialdemócratas, sea calificado de izquierdista
radical, demuestra cuán hacia la derecha se ha desplazado el discurso en América
Latina. (…) El hecho de que ideas en principio socialdemócratas sean
consideradas rápidamente como extremas, tiene que ver con que en muchos países
de la región apenas han cambiado las correlaciones de poder coloniales.
Mientras la mayoría de la gente se ve marginada del ascenso social, unas pocas
familias poseen increíblemente mucho dinero, tierras e influencia política y
mediática. Solo algunos ejemplos: en Brasil, la mitad del total de ingresos se
concentra en un uno por ciento de la población, mientras 27 millones de
personas viven por debajo de la línea de la pobreza. En Guatemala, dos tercios
de la superficie agrícola están en manos de un dos por ciento de
terratenientes. En Chile, el uno por ciento de la población concentra el 25 por
ciento de la riqueza. Cada intento de modificar esa correlación se topa con una
enconada resistencia de las élites, ajenas a la idea burguesa del bien común.
Ellas hablan del fantasma del comunismo. El hecho de que eso funcione tiene que
ver también con las dictaduras de izquierda en Venezuela, Nicaragua y Cuba,
donde brutales aparatos de seguridad sofocan cualquier amago de resistencia”.
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