La corrupción, el bajo nivel educativo, la falta de oportunidades, el gobernador prostituido a su ambición, el pueblo dominado, el disimulo y la traición, la inseguridad y la muerte no son términos exclusivos de los países que buscan la locura irreal del comunismo y que tienen que aterrizar en un socialismo tan temido y criticado. Con la muerte de Fidel Castro ni subió el dólar ni se devaluó el peso sólo se derrumbó el pensamiento joven que estaba cansado de viejo y quizá el fracaso de la manutención de una revolución o un sistema comercial cerrado y caduco, pero durante tantos años en una Cuba golpeada, lo que nunca murió ni fue atropellada con el cambio de la moneda, ha sido su dignidad. Por criticable que pueda ser, Cuba con Fidel vivió y sobrevivió como una Cuba pobre pero no una Cuba miserable como otros países que enfermaron en América.