TV DE CABEZA |
Se acabaron las historias de policías y ladrones de ciencia ficción en donde los pillos hacían maldades que les costaba ser atrapados por los implacables defensores del bien, en donde varios de ellos, también contaban con súper poderes. Ahora las historias son apegadas a un subterráneo y perverso plan que no sabemos si ha sido elaborado por el comercio de armas, un subejército, por un interés de parte de un imperio internacional con intenciones de desunión y conflicto social o como un resultado por las fusiones de ignorancia con necesidad económica, desocupación, perforación en los valores, expectativas materiales de imitación y falta de oportunidades. Ahora las historias de los policías y ladrones están inyectadas de invitaciones a la violencia real y al delito, en donde los malosos obtienen vivir cómodamente y ser multimillonarios, lo que les permite alcanzar constantemente, sus más cotizados deseos, donde el único precio es matar o corromperse. Historias de series y películas que se convierten en una formal invitación para llevar el argumento a la práctica al estar acompañadas de constantes mensajes y contenidos de impunidad en los noticiarios que les han dado prioridad a la nota roja y en las noticias en que la corrupción se vuelve un gran negocio y en donde las mafias salen airosas ante los cuerpos policíacos o militares como si el mundo estuviera a favor de sus fechorías y deseos y los criminales fueran los verdaderos valientes y astutos y las autoridades, víctimas y quienes tienen comportamientos honestos, fueran los cobardes e idiotas. De manera intencional y en el mejor de los casos de manera subconsciente, los medios de comunicación y de entretenimiento han servido como expositores insistentes de las notas policíacas como propagandistas para la excitación de la violencia y el delito. No se trata de culpar al mensajero, pero sí de responsabilizarlo, al cubrir con detalles innecesarios, un delito, y después sin darle seguimiento a su proceso de investigación, describirlo como un acto impune, y por otro lado, no informar con el mismo afán, sobre otros aconteceres al cual no le dan cabida en un informativo regularmente de sesenta minutos de duración, que contiene un 75 por ciento de violencia criminal, un 20 por ciento de acciones políticas corruptas y un 5 por ciento de notas deportivas y de espectáculos en donde se trata de no excluir la violencia. Está claro, que todo lo anterior ha causado que los barrios bravos de diferentes lugares del país, despierten con mayor fuerza a la delincuencia, al anunciarles la gran facilidad de delinquir ante la impunidad, situación que no en todos los casos es cierta. Esto también hace surgir bandas improvisadas que tratan de imitar a las cadenas internacionales del crimen organizado y que finalmente resultan más peligrosas. La pacificación o la guerra nacen por circunstancias más complejas que un simple programa de televisión o la planeación del contenido de un noticiario; pero tampoco se puede negar que los medios de entretenimiento y de mensajes de condicionamiento resultan ser una biblia electrónica que penetra hasta la profundidad de quienes la observan constantemente ante el desamparo y la orfandad de no saber discernir por falta de oportunidades o como resultante de una tragedia voluntaria.