Así como los millenium tenían la duda de cómo se había sentido el terremoto del 85; de igual forma, quienes estaban conscientes de esa tragedia, tenían la duda qué hubiera pasado hace 32 años con el uso del teléfono celular de avanzada y las redes sociales que se usan hoy en día. El mismo 19 de septiembre pero de hace un mes, las dudas fueron despejadas. En esos momentos, el aparato de comunicación portátil demostró ser útil para salvar vidas de quienes se conectaban desde los escombros para dar señales de vida, y dar aviso de manera oral o escrita, en que lugar se encontraban atrapados. Otros desafortunados se enfrentaban a los deficientes servicios telefónicos y no tenían señal o se les había acabado la batería; y otros más, pudieron enviar las últimas palabras de su existencia, quizá acompañadas de un emoji. Para muchos su celular fue un salvavidas pero para otros fue sólo un compañero inútil. La tecnología es casi un arte caprichoso como lo puede ser; el sonar de una alerta sísmica a su máximo volumen en un simulacro, y que horas después es una campana atrasada en una emergencia real o que simplemente se mantiene en completo silencio. En el pasado terremoto del otro 19 de septiembre, pero del 017, estuvieron prendidos y apagados varios celulares. Los encendidos daban una señal de auxilio que contagió de encierro y angustia a su destinatario. Otros latían navegando en las redes sociales mostrando información en tiempo real al igual que dando ubicaciones para dar paso a la solidaridad. Pero también se mantuvieron prendidos otros más; que dejaban iluminar su ignorancia y la manipulación de los sujetos colectivos que ejecuta el sistema de poder. Mismos que aparecieron a principio de año, con cadenas inútiles, quejándose del gasolinazo sin ninguna solución ciudadana eficaz que no fuera el paro o la marcha, y que ahora emitían especulaciones sobre la tragedia y que con mensajes trogloditas, solicitaban y luego aplaudían, que los Partidos Políticos fueran a renunciar a su ingreso público para supuestamente donarlo a los damnificados del sismo, sin darse una idea del impacto político y social que eso representaba. Ideas igual de absurdas como aquellas que al principio de año, solicitaban la renuncia del Presidente de la República por el aumento de la gasolina. Hace un mes conocimos la realidad de dos mundos. Uno sin teléfono celular en el 85 y otro con el aparato comunicador en el 017. Y pudimos también notar, que al igual que aquella voz atrapada que decía: -"Estoy en el cuarto piso y tengo sed"-, hay muchas otras voces, que están atrapadas en una tragedia voluntaria que es la desinformación, la apatía y la sed del conocimiento no adquirido, que resulta otro terremoto pero social, que también hace cimbrar a nuestro país.