sábado, 10 de febrero de 2018

CON LA LEY DEL HIELO







Las dos Coreas desfilaron juntas, bajo la bandera de la unificación, y el Estadio Olímpico se vino abajo. Los juegos de invierno de Pyeongchang, en Corea del Sur, ya han hecho historia desde su inauguración. Como instrumento de una aparente distensión tan súbita como veloz entre las dos mitades de la península coreana, la diplomacia era tan importante como el deporte: desde el palco el presidente del Sur, Moon Jae-in, y la hermana del líder del Norte Kim Jong-un, Kim Yo-jong, sentada inmediatamente detrás, saludaban entusiasmados a su comitiva conjunta. Les flanqueaban el vicepresidente de EE. UU., Mike Pence, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Pero el momento álgido fue el desfile conjunto de las dos Coreas, por primera vez desde los juegos asiáticos de invierno en 2007. Los dos abanderados, la jugadora de hockey del norte Huang Chun-gum y el piloto de bobsleigh Won Yun-jong, encabezaron a más de un centenar de atletas bajo la enseña blanca y azul, con la silueta de la península coreana. Todos ellos, norcoreanos y surcoreanos, portaban el mismo uniforme oficial, patrocinado por una marca estadounidense.Lee Hee-beom, presidente del comité organizador de estos Juegos, aseguró que “el norte y el sur se han convertido en uno mediante las Olimpiadas”. La competición, declaró, “se convertirá en la luz y la esperanza de todo aquel que desee la paz, no solo en la península coreana sino en el noreste de Asia y todo el mundo”.