Es quizá en los países en desarrollo donde
resulta más evidente que la batalla por la igualdad de género se solapa con las
luchas por la igualdad social. Muchas veces son mujeres procedentes de
comunidades étnicas marginales las que toman la delantera en las luchas
campesinas por defender la tierra, por ejemplo. Al fin y al cabo, ellas sufren
una doble o hasta triple violencia en su condición de mujeres, pobres, no
blancas o étnicamente minoritarias. Suelen ser las más explotadas entre los
explotados.De la energía, determinación y visión de estas mujeres hay mucho que
aprender en el mundo occidental en un momento en el que, además del riesgo de
dormirse en los laureles o atrincherarse en el dogmatismo, el movimiento
feminista se enfrenta a la cooptación por parte del mercado y los medios. No es
el primero ni será el último movimiento contestatario que acabe nutriendo de
eslóganes a las grandes corporaciones. Puede que las campañas de la marca Dove
a favor de la “belleza real” femenina hayan tenido un efecto positivo sobre la
autoestima de muchas mujeres. Pero no debemos olvidar que el objetivo último de
las marcas no es este, sino vendernos más productos. También conviene
distinguir entre un interés genuino de los medios por la causa feminista, el
cual, por supuesto, hay que fomentar; y una moda pasajera que puede llegar a
banalizar una lucha que lo es todo menos banal.