Murió la española
María Dolores Pradera quien fue puente de unión entre Europa y Latinomérica
al ser difusora de la música popular hispanoamericana como resultado del arte expositor del
sentimiento humano y su afectación política.
Pradera fue de las pocas artistas de canto romántico de protesta que pudieron
entrar a los estudios de la televisión
mexicana que ya se encontraba mediáticamente
sometida para la exclusión de ideas de pensamientos liberales y democratizados . Mientras en España se musicalizaba el pensamiento Machadista
por medio de Serrat y en Centroamérica
se mecía la exposición filosófica política con Milanés y Silvio Rodríguez, en Argentina con Nacha Guevara, Mercedes Sosa, León Gieco,
Piero De Benedictis, Pedro y Pablo, Gian Franco Pagliaro, Facundo Cabral,
Manuel Monestel, Marilina Ross, José Larralde; en Chile Víctor Jara, Violeta
Parra, Isabel Parra, Ángel Parra, Inti Illimani, Quilapayún y Sol y Luna; en Colombia Sergio Torres Molina y Pablus
Gallinazus, en Chile Víctor Jara; en Costa Rica Dionisio Cabal ante el rezago continental de su país al igual que Dominicana; En México ocurría la amputación creativa de
protesta, como ahora misma ocurre, ante el control absoluto de los medios de
comunicación cuyo antecedente es mayor a
la de cualquier dictadura, toda vez que
el producto comercial de enajenación a difundir, se inyecta
mediante una educación propensa para su
consumo. La voz de Chabela Vargas, Oscar Chávez
y otros se perdían ante la invasión comercial de
cantautores argentinos y españoles que
se dirigían al corazón sin compromiso social alguno. Mientras en México se
presentaba la matanza estudiantil en el 68, la
imposición de la presidencia
despótica semejante a la dictadura, la invasión cultural y de recursos naturales,
el neoliberalismo y el fraude electoral; tales hechos desangrados; no eran
suficientes para que quedarán plasmados en el arte como expresión humana y
antecedente histórico. Mientras en México
se presentaba una industria disquera romántica pero demoledora; en sus países vecinos, se buscaba un alivio musical en medio del miedo por la violencia, el desconsuelo por la pobreza y la muerte; con un canto por la esperanza y la libertad, con el multisonido de los instrumentos y las desgarradoras voces ante la fuerza vivencial y poética y su denuncia inclaudicable, que aunque no tenía una soga asfixiante para el cantar de denuncia como la que imperaba en México, era la música de protesta -que retomaba María Dolores Pradera-, una reivindicación persistente de la
identidad cultural de cada comunidad latinoamericana con estrofas de protesta que fueron himnos de diferentes luchas sociales en toda América Latina, y que en México su música apenas daba berrinches con El Tri - un grupo de rock callejero que
ni siquiera nació como una expresión de la matanza estudiantil aunque se haya
formado en 1968- y las voces de la peruana Chabuca Granda y de la misma Dolores Pradera en sus presentaciones en el Teatro de la Ciudad. Mientras el mundo gritaba con su guitarra, México disimulaba sus problemas sociales y políticos al ser mayor la población en zona de confort (que la que existe ahora), por lo que se
arrullaba con Leo Dan, Leonardo Fabio en una ola argentina, y después con Julio
Iglesias, Raphael, Camilo Sesto en una ola española y los beneficios exquisitos pero netamente comerciales de Armando Manzanero y Juan Gabriel. El folklore de Chava Flores y posteriormente las caricias de
Guadalupe Pineda y de Eugenia León,
fueron una bebida artificial e insuficiente para la sed
democrática y artística de un México que dormía y ahora se le obliga a dormir, entre la alternancia
partidista de dominio y la televisión llevada al internet, en espera de un voto indeciso, manipulado y no respetado ni respetable. Ha sido fundamental para tal somentimiento, la televisión como instrumento manipulador y muralla para la penetración de la música de denuncia y con cimiento liberal y político, para así, fortalecer con esta ceguera, a una sociedad apática y cuya desesperación está basada en un voto inadecuado y fraudulento.