Cualquier tribunal laboral del mundo hubiera declarado el paro realizado por los árbitros mexicanos como nulo y como causal de despido justificado por no cumplir con las formalidades adecuadas para detener sus actividades. No es cosa menor que los encargados de aplicar la observancia reglamentaria en un terreno de juego sean quienes la desconozcan, y no sepan ni aplicarla ni cumplirla. El paro del fin de semana por parte del arbitraje futbolero fue un berrinche debido a las críticas a que han sido objeto debido a sus pésimos arbitrajes por parte de los comentaristas quienes han exhibido sus incapacidades físicas, reglamentarias e intelectuales tal y como también se hizo notar por la manera en que encabezaron su protesta. Aunque muchos aplauden su unión gremial, tal situación no es suficiente. Debemos considerar que por la naturaleza del juego, las víctimas incomprendidas siempre serán los árbitros y los guardametas, sin embargo, también es cierto que se ha abusado de los hombres de negro pero también ellos de los jugadores, del trabajo semanal de los equipos que han logrado echarlo a perder y con este paro también se ha abusado del aficionado ante un torneo mexicano que de por si, es mediocre y en donde los intereses comerciales están interpuestos sobre los deportivos. Sin embargo, la máxima autoridad que existe al menos en el terreno de juego, no puede ser ejemplo de berrinches y alegatos infundados, ni calenturas mentales que surgen estando en la cancha y que a punto de realizar un juego, de pronto decidan "sobre las rodillas" realizar un paro de actividades y detener la jornada futbolera. "El gran Movimiento" orquestado por el arbitraje se redujo al castigo poco graduado (aunque justificado) de un año de suspensión para dos jugadores y con ello quedarse satisfechos de la palmada en el hombro recibida por quien aveces los vuelven titeres y a veces los vuelven cómplices. Los árbitros debieron haber evitado se parara el balón, presentando un pliego de posiciones que de ser incumplido entonces sí, provocara el paro. Sin embargo los arbitros determinaron no pitar sin haber presentado una denuncia de su inconformidad, ni haber citado a una mesa de diálogo ni quienes iban a ser sus representantes en la negociación y en su caso, quienes serían las personas neutrales asignadas para mediar la negociación. Sin estos requisitos, los árbitros mostraron su ignorancia y no formaron un movimiento en aras de corregir los vicios del futbol mexicano sino un berrinche cual infante que no quiere encontrar soluciones ni a corto ni a largo plazo y en donde los paganos fue la afición y dos jugadores que se equivocaron pero que ya habían sido castigados pero no de la manera desproporcional como lo provocó el paro de arbitros y cuyas sanciones podrán seguramente ser corregidas en caso de que los jugadores se vayan a las instancias internacionales. Y es que una agresión tiene diferentes grados, desde un insulto hasta un ataque como los que se recuerdan y en los que destaca el ocurrido por el árbitro Mendoza guillén quien golpeó al jugador del América, Miguel Angel Gamboa o la agresión del técnico del Cruz azul Miguel Marín al juzgador de cancha o el golpe propiciado por parte de Rubens Zambueza a un silbante en un partido amistoso. Las recientes acciones que provocaron el malestar arbitral, a todas luces no estaban dirigidas a imponer un respeto para los árbitros sino a una rebeldía como cortina de humo a sus indisciplinas en los entrenamientos, a su descuido físico y de estudio de la regla, su falta de autocrítica y tolerancia a la crítica deportiva y su determinación de no ser concentrados en la capital toluqueña para ampliar sus entrenamientos. Si se hubiera tratado de un paro legitimo y serio entonces se hubiera realizado con las formalidades del caso y respetando a las instituciones deportivas y con un pliego petitorio solvente en donde se declarara que el árbitro requiere mejores instalaciones deportivas, mejores preparadores, mejores condiciones de seguridad en el campo, mayor claridad, revisión y cumplimiento del reglamento. sin embargo las austeridades no son privativas de los árbitros; también lo son para los jugadores y de los aficionados que en la actualidad se arriesgan al asistir a un Estadio, de los televidentes ante la poca preparación de sus narradores, y en sí varios errores y vicios que rodean al Fútbol mexicano y ala misma F.I.F.A. pero que en el caso de nuestra liga y nuestro deporte es el reflejo de la corrupción y falta de valores que dan como resultado, autoridades que son autoritarias, prioridad de lo comercial ante lo deportivo, potestad empreasial antes que deportivismo ante el descontrol financiero que hace que equipos que dicen ser cooperativas en realidad sean sociedades lucrativas y otros cuyas empresas tienen choques de intereses, ilegalidades, mesas directivas desconocedoras del deporte y seguramente hasta grupos delincuenciales que utilizan al futbol para evasiones fiscales o lavado de dinero. En lo que resulta una esfera más botante que el mismo balón.