lunes, 25 de septiembre de 2017

EN MAL ESTADO
















Casi me conmueve la actitud gentilmente desgarradora  del señor presidente Enrique Peña Nieto ante los damnificados de los terremotos ocurridos en México, pero también dudaba si todo era producto de un montaje  y si en la residencia Oficial de Los Pinos, habitan más de un virtuoso de la actuación. Cómo podía confiar en el mandatario amoroso  quien se colgó  la banda presidencial de una manera dudosa, mientras que por otro lado,  también delega acciones  estratégicas  de la tragedia, a elementos  de temerosa reputación como Ruíz Esparza y Rosario Robles, -cuyos apellidos  se escriben con "R"  mayúscula  que tiene mayor grado que la "r" minúscula  con que se escribe la palabra rata-. Los terremotos del mes de septiembre  al igual que los ocurridos en 1985, no solamente han exhibido la incapacidad del gobierno  ante una emergencia  cuya ineptitud es idéntica  a la que cuando no ocurre un siniestro; sino que ante la movilización  y auxilio de la  sociedad por si misma, es por lo que se recuerda y se demuestra de manera evidente,  como surge y se autocompone la figura del Estado  cuyo orden jurídico  nace y se organiza por la población  como una necesidad de agrupación  organizada y protectora y que otorga facultades de mando a unos de sus miembros para dirigir sus objetivos  y hacerlos Gobierno y con este componente, el surgimiento de las Instituciones. "La organización del Estado que nace dentro de un Estado", advierte la debilidad de el sustituido ante el duplicado y hace que sus composiciones humanas, en este caso, población y gobierno,  se desmoronen en sus elementos de agrupación  con su orden jurídico, lo que es el resultante de un Estado fallido  como lo es el Estado mexicano. La carencia de una herramienta  con la cual la población pueda exigirle a su gobierno sin limitarse al simple reclamo y sin la solidez cultural, social, educativa  y política  de ambos elementos, es decir , Población y Estado; dan como resultado la mala interpretación de la Patria  y la necesidad de desaparecer su   disfuncionalidad,  lo que significa  volver a configurar los elementos del Estado, empezando por el urgente cambio de Gobierno (que no es lo mismo que de gobernantes) y la concientización  de la población -que ésto, solamente lo puede alcanzar la sabiduría- para así obtener,  el cambio de pensamiento establecido y obtener el reordenamiento del funcionamiento original del Estado. La no demanda  de auxilio al gobierno por parte de la población al obtener sus propios recursos y soluciones  y la demanda de los ciudadanos por eliminar el presupuesto para los Partidos Políticos en su totalidad,   como reconocimiento a su inutilidad; nos confrontan  con la realidad de nuestro país, en donde es urgente la conciencia y preparación social  y la no tolerancia  ni disimulo, de nuestro actual ejercicio de gobierno que debe ser cambiado de manera pacífica, pero con la mayor prontitud que exige el caso, ante este caos social y político.