Por una semana disminuyeron las noticias del México violento por el México solidario, debido a los acontecimientos llenos de drama por los terremotos del 7 y 19 de septiembre de este año. Incluso los políticos se plantaron en la fila de ayuda. Lo mismo quería ayudar el barrendero, que un experto en ingeniería estructural, un taquero, un comerciante modesto o la mafia del poder. El estudiante comprometido o el borracho. ¿Esta será una señal que México vive un cambio? ¿Qué México es otro después de este terremoto?.La respuesta es contundente y es No. El cambio de un país no se produce por una tragedia ni por un evento violento sino por el despertar de conciencias que únicamente se obtiene por la experiencia vivida que se adjunta a la educación cívica y una arraigada escala de valores. Países europeos en donde el nombre de sus Presidentes ni siquiera brilla en el panorama político mundial, alcanzaron una civilización de excelencia por una convicción educativa y cultural en la postguerra, situación que no consiguió ni la fuerza militar ni las leyes más rigurosas, sino la necesidad del crecimiento humano ante la adversidad pero con una guía educativa bien estructurada a su lado. Ni el dos de octubre que no se olvida, ni tres terremotos de gran magnitud; serán elementos suficientes para la flojera mental, la apolítica, la enajenación y el retraso generacional que sufre la población mexicana que se ha reflejado como espejo en su gobierno. Al igual que el terremoto de 1985 en donde se decía que México ya no era el mismo y que sin embargo se presentó el fraude electoral del 88; también en nada cambió al país, la victoria democrática de Vicente Fox que después se tradujo en la complicidad del fraude electoral para que Felipe Calderón obtuviera la presidencia. Tampoco acontecimientos pasados evitaron la maniobra electorera del PRI para llegar nuevamente al mandato constitucional y concretar una supuesta reforma estructural que ha sido agresiva y perjudicial bajo la banda presidencial de Peña Nieto. El fin no es desanimarlos, pero los tres terremotos sufridos por México como unos de los más grandes en la historia de la humanidad, no son suficientes ni bastantes, para evitar que otro automovilista se le cruce imprudentemente para pasarse el semáforo en alto, o un ciclista evite transitar en sentido contrario, o la población mexicana ya no muestre su conducta más barbarie al abordar un vagón del metro. Por el contrario, el drama en un país con una población ausente, será el mejor pretexto para que los Partidos Políticos renuncien a recursos públicos para abrir las puertas a la economía subterránea, a la privatización de la política y a su control por parte de la Iglesia, el narcotráfico y la iniciativa privada. Cuando la ignorancia de un país hace que sus ciudadanos sean solamente televidentes para la mutilación del Estado, entonces la resultante siempre será la descomposición social y el liderazgo contraproducente de un gobierno corrupto ante un pueblo con ideas distorsionadas que se flagela con honores y gusto.