Decidir el voto por medio de una aplicación que nos emita un resultado de quien es el candidato que más se parece al votante o a sus expectativas, es como el seguir las indicaciones propagandísticas de las encuestas y de los spots de los medios de comunicación bajo control, o coincidir en lo absoluto como quien firma un contrato de adhesión para brindarle la categoría de "líder de Opinión" a aquel que hacemos cómplice de nuestra tragedia intelectual como electores y como ciudadanos. Ante el desplazo educacional y la falta de capacidad crítica no distorsionada, el individuo no preparado pero con la necesidad de escuchar una respuesta conveniente más que consciente, ha sido receptor del sofismo y la demagogia como mentiras disfrazadas por insuficiencia. A la manipulación mental de la sociedad mexicana, se le adjunta el miedo como otra medida de chantaje que provoca la dependencia mental, económica y la parálisis de cambio para favorecer a un sistema. La emisión de un voto viciado que por su naturaleza sufre de nulidad en una contienda electoral, es producto de la falta de valoración, autoestima, corrupción y acondicionamiento de contestar con la poca información de fondo adquirida con lo que se hace efectivo, el sometimiento, en donde el afectado busque una aparente guía y supuestas convicciones, privilegios y seguridades, mismas que deposita en su mandatario hasta convertirlo en mandante, con atributos tan devaluados como los que tiene el propio emisor del voto. De tal forma que la crisis política, social, económica y moral de nuestro país, es una consecuencia de quien se elige como gobernante pero también del gobernado al momento de ser elector y en su carácter de ciudadano incapaz y delegante; independientemente al fraude electoral que México arrastra como acción de Estado, por lo menos durante dos siglos y que en días se podrá escribir su ruptura o la ejecución de la acción comenzada de no respetar la voluntad del pueblo como letra muerta de su legislación magna.