Así como existen aquellos que tiemblan cuando se les
menciona la palabra “comunismo”, así también existen ciudadanos que viven bajo
el régimen socialista que tiemblan cuando se menciona el modelo económico
neoliberalista. La invasión de Cuba para quienes viven ahí, representa perder
sus beneficios de estado, de jubilación y de asistencia, así como de
remuneración por años de trabajo. Como cualquier ciudadano del mundo, el cubano
aspira a un buen gobierno y critica sus deficiencias pero eso no significa
querer una revolución, una invasión o un cambio de régimen. Para quienes piensan
que el voto es el único instrumento democrático
olvidan la importancia del derecho a la salud, a la educación, y a la sanidad social
basada en el gusto por el trabajo, el goce anti-apatrida y la genuina búsqueda de
la felicidad en la compañía de los seres amados. Muchos cubanos “no están en
conflicto alguno con el sistema de gobierno ni las dinámicas sociales y que se
sienten plenos con lo que tienen, con lo que 'les toca', lo que logran o pueden
hacer”, tal y como aquellos que son felices al salir de sus fronteras aunque hundidos en una clase media
aspiracional, sin alcanzar el ascenso de su escala social, pero bajo el
disimulo de la superación personal aunque sea a base del perjuicio social.
Decir que si el socialismo o si el capitalismo
extremo convertido en neoliberalismo, es
mejor uno que otro, es realizar una evaluación que depende de los principios
históricos, filosóficos y hasta costumbristas de cada quien. La determinación
de cada uno es válida, como inaceptable lo es la imposición o la invasión imperialista. El cubano que logra
marcharse de Cuba y determinar ser un apátrida con mejores condiciones de vida,
está en su derecho como aquel que
conserva sus valores nacionalistas en su país. La sanidad de la administración cubana no
puede ser calificada con números duros mientras exista un embargo comercial
entrometido e infame pero es un hecho que de los 11 millones de cubanos que
viven en su isla, no todos quieren marcharse de su cuna, ni tampoco todos quieren el
regreso de los cubanos que viven bajo una economía en donde la prioridad es la
conquista del mercado y quienes resultan los más ansiosos de un cambio de gobierno
en Cuba para su comodidad individual y no colectiva, pues a pesar de haber
abandonado a su país por sueños propios, quieren regresar para en desigualdad de
condiciones, imponerse como adinerados en
comunidades igualitariamente pobres. Pero para el caso, de que Cuba, de haber sido el prostíbulo más grande del mundo ahora sea la celda más grande del mundo,
abrir sus puertas o no, es un asunto que solamente deben solucionar y les
incumbe a los cubanos que viven en cuba, y no a extranjeros o a quienes determinaron
besar otras banderas.